El Teatro Infanta Isabel C /Barquillo, 24- Madrid presenta desde el 4 de febrero 2014, El Buscón de Quevedo – Jacobo Dicenta
El Buscón de Quevedo, un clásico de nuestra literatura genialmente interpretado por Jacobo Dicenta, con laúd renacentista y guitarra barroca de Dulcinea Juárez. Versión y dirección Daniel Pérez.
Entre los muchos pasajes de la novela El Buscón de Francisco de Quevedo,
hemos escogido aquellos que definen al personaje en sus principales
aventuras.
Además, hemos procurado que exista una línea argumental que recorra toda
la novela en un tiempo necesariamente corto, tal como exige la
representación dramática.
El Rufián que interpreta Jacobo Dicenta, es el pícaro español, adornado
de las virtudes y defectos de los que quieren ver cuanto antes
solucionada su existencia, para lo que recurren a todo tipo de argucias
con el fin de obtener dinero o prestigio.
El Buscón es la personificación de España.
Entre el siglo XVII y el XXI hay, a primera vista, mucha diferencia, sin
embargo, leyendo a Quevedo, estudiando el comportamiento de la
administración del Estado, de la economía, de las clases sociales, de
las ambiciones y anhelos de los españoles, se encuentran tantas
similitudes que nos parece mentira.
Lo que no quiere decir que nos hayamos atrevido a poner en escena esta
versión de EL BUSCÓN, porque pensemos eso tan manido de que “está de actualidad” o “tiene plena vigencia”. La literatura Clásica siempre está vigente por eso mismo: porque es clásica.
versión de EL BUSCÓN, porque pensemos eso tan manido de que “está de actualidad” o “tiene plena vigencia”. La literatura Clásica siempre está vigente por eso mismo: porque es clásica.
Pero sorprende que España siga siendo, en esencia, el mismo país que
dibujó don Francisco de Quevedo en muchos de sus escritos y
singularmente en esta obra que hoy presentamos.
El buscón don Pablos, que interpreta Jacobo Dicenta, es el pícaro
español, adornado de las virtudes y defectos de los que quieren ver
cuanto antes solucionada su existencia y se encuentran, entonces como
ahora, con los impedimentos derivados de su baja extracción social y de
su falta de educación y cultura. En él encontramos ese espíritu nacional
tan fragmentado, esa alma drapeada de parches, trozos de época,
vestigios gloriosos o miserables. No retales: trozos. La esencia
indumentaria de Arlequino pero carente de la elegancia de éste.
Un andrajo contrahecho de golpes de fortuna.
Lo dice Quevedo: “…todo le puede faltar a un caballero, menos el cuello almidonado. Primero porque da elegancia a la persona y después de haberlo vuelto de una parte a otra, es de sustento, porque se cena el hombre el almidón chupándolo con destreza…”
Lo dice Quevedo: “…todo le puede faltar a un caballero, menos el cuello almidonado. Primero porque da elegancia a la persona y después de haberlo vuelto de una parte a otra, es de sustento, porque se cena el hombre el almidón chupándolo con destreza…”
Pero no echaremos el telón sin una enseñanza o quizá esperanza, como
corresponde a la condición de una representación clásica:“Nunca mejora
su estado quien muda solamente de lugar, y no de vida y costumbres.” Daniel Pérez